lunes, 24 de marzo de 2008

Reflexión n° 7. Temas de la semana 11.

Estilos de aprendizaje y de enseñanza de una L2

(Second language learning and language teaching styles)

Son numerosas las propuestas realizadas por investigadores que buscan los mejores estilos de aprendizaje y de enseñanza de segundas lenguas (L2). Pareciera que identificar esto tan sucseptible, importante y trascendente es sencillo, pero a mi entender es un aspecto muy complejo para los investigadores. Cook (1996) y Lightbown y Spada (2006) nos muestran un abanico lleno de estilos que pueden servir de herramienta para un docente durante la enseñanza de una L2. En mi experiencia profesional he utilizado en diferentes niveles educativos varios enfoques: académico, udiolingual, comunicativo. De todos tengo recuerdos gratos e hilarantes, y otros muy desalentdores. Recuerdo una oportunidad en la que pedí a unos estudiantes de 5° año de bachillerato, a mi cargo en ese momento, realizar una dramatización donde se preguntaran y respondieran acerca de las direcciones de la localidad donde vivían. Estuvo muy divertida, porque la forma como ellos se expresaban oralmente demostraba el esfuerzo por hablar como un nativo, sus deseas de aprender, la perdida de inhibición, la creatividad, etc. Por supuesto, algunos de ellos presentaron errores, interferencias o trasferencias de su lenguag materna (L1); otros, por el contrario, se desenvolvieron muy bien. Pienso que todos los estudiantes en su momento, y dependiendo de las ofertas de actividades, se sentirán bien y muy dispuestos a dar lo mejor de sí.

Hoy día, es para mí casi imposible trabajar con este tipo de actividades, debido a mi tiempo de clase es muy limitado. Esto me ha obligado a poner en práctica el estilo académico, cuyas actividades se caracterizan por ser poco orales y de mucha lectura. Hago énfasis en la lectura por ser una excelente manera de hacer conciencia al estudiante de la importancia que posee la escritura. Algunos de mis estudiantes no escriben con letra legible, ni siquiera de manera lógica. Si a esto agregamos un idioma extranjero, la misión se torna cuesta arriba.

Actualmente estoy con estudiantes de 1° año de bachillerato. Estos estudiantes tienen la desventaja de no tener un backgroung del inglés; en consecuencia, el enfoque audiolingual es el que utilizo para enseñar inglés. Sin enbargo, los diálogos que les presento son cortos y siempre estoy controlando la clase para que no se salga de control. Al mencionar esto me pregunto: ¿por qué ninguno de los autores consultados por Cook (19966) y Lightbown y Spada (2006) pensaron en la edad como uno de los factores fundamentales en la propuesta de cada uno de los estilos? Para mí la edad es fundamental, no en cuanto a la adquisición de L2, sino porque de alguna manera, en los primeros niveles de educación, los estudiantes deben ser a mi juicio ser controlados en cuanto a disciplina durante el aprendizaje de L2. Por ejemplo, si yo permito que los estudiantes tomen la iniciativa de hacer actividades sin mi supervición, me encontraría en una situación fuera de control. Las actividades orales como chaining drill, en cierta ocación, fue motivo, de burla entre ellos, o bien porque alquien no se atrevía a hablar, o bien porque el compañero pronunciaba incorrectamente las palabras.

En líneas generales, todos los estilos lo he utilizado y me han resultado, sobre todo con los estudiantes que están en los últimos niveles educativos.

Pero no todo se queda en los estilos. Considero que lo que mencionan Lightbown y Spada es muy cierto: enseñar lo que es comprensible y pueda llevar al éxito de la adquisición de L2. Siempre busco actividades que permitan el desarrollo del inglés desde lo más básico hasta lo más complejo y lo que se adapte al salón de clases. Al final de cualquiera de estas actividades siempre trato de corregirlos cuando se trata de errores que de manera general y reiterativa se manifiestan.

Todo lo anteriormente mencionado me lleva a preguntarme: ¿será que los estudiantes no comparten el mismo interés que llevo yo como docente por el inglés? Gracias a muchos de mis estudiantes he comprobado que no sólo el enfoque de enseñanza es lo que cuenta para ellos, sino sus motivaciones y mi manera de explicar. El éxito de ellos siempre lo veo compartido conmigo, porque sus demostraciones de adquisición del idioma que imparto, en la mayoría de los casos, constatan que mi manera de enseñar es significativa para ellos.


Referencias
Cook, Vivian (1996). Second language learning and teaching. Londres: Edward Arnold.

Lightbown, Patsy M. y Spada, Nina (2006). How languages are learned. Oxford: Oxford University Press.


1 comentario:

Berta dijo...

En la actualidad hay un interés renovado hacia el leer para escribir y escribir para leer. Lo menciono por tu comentario acerca de la lectura y la escritura en tu reflexión de esta semana. De verdad que nuestra labor es muchas veces muy ardua ya que un número significativo de nuestros estudiantes no leen ni escriben eficientemente en su L1 y se requiere que nosotros los ayudemos en LE. Afortunadamente existe una transferencia de destrezas de LE a L1, especialmente en idiomas como el español y el inglés, lo cual beneficiará al estudiante a leer y escribir mejor en español dado que ha recibido entrenamiento o práctica en LE, aunque sea escasa, y de allí que debemos mantener nuestros objetivos y esfuerzos.

Con respecto a tu reflexión sobre la relación entre los estilos y la edad, puede que tengas razón ya que los preadolescentes y adolescentes son muy particulares y crean situaciones de clase difíciles desde el punto disciplinario. Sin embargo, pienso que probablemente el número de estudiantes también es otro factor importante porque en la medida en que hay más alumnos, perdemos el control en la ejecución de las actividades, no podemos supervisar a todos constantemente y se pueden presentar conflictos comunes en estas edades, inclusive si estuviesen en la clase de cualquier otra materia.

Esta semana, casualmente, un colega del departamento quien también trabaja en el Colegio Americano –CIC- con alumnos del séptimo grado, me comentó que había renunciado porque simplemente se sentía continuamente irrespetado por los muchachos varones del salón. Me relató que no entendía por qué ellos se portaban bien con otros profesores y no con él. Conversamos sobre la posibilidad de que otros profesores fuesen más autoritarios y los amenazaran con acciones fuertes que los amedrentaban. En este sentido creo que nuestros esfuerzos por lograr actividades más comunicativas, dada la naturaleza del lenguaje, nos hace más susceptibles a la indisciplina en el salón de clase comparado con otras materias donde el profesor tradicionalmente imparte contenido, es el centro del curso y su voz es la única que se espera que se oiga en clase. Quizás también afecta el “prestigio” o importancia que socialmente se le ha conferido a unas materias sobre otras.

Celebro que te sientas confiada y satisfecha del éxito de tus estudiantes y que tu manera de enseñar tenga definitivamente un efecto positivo en ellos. Estoy segura que muchas de las lecturas de este curso te han hecho -y continuarán haciéndote- reflexionar y mejorar tu práctica docente.